Fecha Libre: "Interludio"
Había sido una semana difícil; las entregas, los orales, la recuperación de mi golpe. Aún así todo pasó muy rápido, el fin de semana ya estaba a la vuelta de la esquina, lo único que no me convencía era no poder ir a ver a los tiburones, ya que el día miércoles, el señor destino apropióse del sorteo y arrojó fecha libre para el Spartak, y por lo tanto un breve descanso para mi tesis. No se si esto va a ser algo bueno o algo malo, pero había que bancársela.
Aprovechando el suceso decidí irme el fin de semana a la casa de mis padres allá donde corren las aguas del río Olimar. La bella ciudad de Treinta y Tres.
Saqué pasaje el mismo viernes al mediodía después de clases.
Avisé a mi amigo "el Ronco" que no estaría allí para acompañarlo a ver la definición del Clausura, tranqué todas las puertas y ventanas y salí para la terminal. Mi familia me esperaba.
El viaje se me hizo interminable. Revistas de crucigramas, mi ipod, charlar con la rubiecita que tenía sentada al lado mío. Nada me sosegaba, nada lo hacía hasta que saqué mi cuaderno de apuntes y me puse a repasar sobre mi cuadro. Si, MI CUADRO. Lo había visto sólo una vez y el Spartak Tiburones ya me había tocado el corazón.
Me puse a pensar en la destreza de Marcelo "Manos de Bruja" "Bana" García, el ida y vuelta de César "Cafú" Viera, la polifuncionalidad de Diego Schreiber, la entrega de Diego Oliveri, la sagacidad de Gabriel Machado, la tenacidad de Germán Lema, el equilibrio de Gonzalo Cabral, la presencia intimidatoria de Matías Marchesoni, el temple de Rodrigo Mila, la contención en el mediocampo de Martín Freire, la habilidad en el regate de Martín Iglesias, el incesante esfuerzo de Maximiliano De Leonardis, el orden táctico de Rodrigo López, la magia de Leandro "Jeje" López, las magnas asistencias de Pablo "Kachy" Castro, el despliegue de Ignacio Patera, el liderazgo ofensivo de Marcelo Rapetti, la explosión de Rodrigo "Maxi López" Perlini y la infalible definición de Fernando Campos.
-¿Señor, piensa quedarse a vivir acá? – dijo el chofer.
No entendí nada. Al parecer me había quedado dormido y el ómnibus había llegado a destino. Cuando uno piensa en el Spartak el tiempo pasa volando. El conductor con cara de pocos amigos esperó que yo me desperezara. Cogí mi bolso (con las manos) y enfilé derechito hacia la puerta delantera del coche y bajé las escaleras.
Allá esperaba mi familia.
El pequeño Ezequiel, mi hermanito, me dio un abrazo, mientras mi padre, el gran León, me sostenía el equipaje.
- ¡Hijo, tanto tiempo sin vernos!
- ¿Cómo andás papá? ¿Donde está mamá?
- La vieja está preparando la cena León, tu comida favorita…
- ¿Si? ¡Que grande!
Nos subimos los tres al viejo Ford color crema de papá y charlamos de showmatch hasta llegar a casa.
Ya allí mi madre salió a recibirme con un beso mientras se hacían las milanesas de carpincho.
Nos actualizamos, chusmeamos un poco sobre los vecinos, la hora pasaba, la cena estaba pronta. Mientras Ezequiel ponía la mesa tomé una rápida ducha.
La carne tierna del mamífero rumiante que ronda las orillas del Olimar y del Cebollatí desprendía junto al pan rallado bien condimentado un sabroso gusto en mi boca.
- Bueno, dale contá un poco como es eso de los tiburones – dijo mamá
- Mirá, le hice caso a Jokitas y empecé con mi tesis. La misma se basa en este cuadro. La verdad que quedé gratamente sorprendido. Si algún día de estos me van a visitar los llevo a ver…
- Papi papi, ¿podemos ir a ver a los tiburones? – exclamó mi pequeño hermano.
Nadie le dio bola…
- …Yo que sé, recién va un partido. Los locos ganaron bien y nunca habían jugado juntos. Yo les tengo fe.
- León, ¿me conseguís una camiseta de los tiburones?
Me quedé mudo. Mi hermanito con apenas cinco años ya estaba pidiendo la camiseta de los tiburones. ¿Cómo le explicaba yo a él sin romperle el alma que el Spartak no tenía camiseta? ¡Que ni siquiera tenía definidos sus colores! No podía decirle eso al pequeño Ezequiel.
- Eze, mirá… todavía no puedo. Lo que pasa que el otro día mientras nos ibamos (le hice una guiñada a mis padres) un grupo de trogloditas nos robó la indumentaria.
-… ¿Lo qué?
- Que el otro día cuando nos ibamos unos locos nos robaron la ropa.
- ¿¿¿Si??? ¿Quienes fueron? ¡Los voy a matar!
- Ellos se llaman los Cotonetes – comenté – son nuestros asérrimos rivales. Pero está todo bien, no te preocupes. Yo después te mando una.
- Mmm… Cotonetes…
Mi hermano se retiró de la mesa refunfuñando. Sin quererlo, la había embarrado. Por querer cubrir con una pequeña mentira algo simple sembré una semilla de rivalidad en el niño. En fin, lo hecho, hecho está.
Terminamos de comer, hablamos un poco de cómo me iba en facultad y mis padres fueron a acostarse. Yo los imité.
El fin de semana pasó muy rápido. Llegó el domingo, la pasta con pesto de mamá. El fútbol de la tarde. Ya anochecía.
Por suerte el lunes no tenía clase por lo que me quedaría a dormir una noche más con mi familia.
Miré las agujas del reloj y me acordé una vez más del gordo Meyer calculando los descuentos.
¿Cómo habrían salido los demás equipos?
Me fui al cyber de la esquina para evacuar mis dudas. Entre a la página de la Liga de Arquitectura y me sorprendí al ver los marcadores:
Por un lado, en nuestra serie, La Melada le ganó 2 a 0 a BOPE, mientras que nuestros últimos rivales, el I. A. L. D, sucumbió estrepitosamente ante Apenas por 7 a 0.
Por el otro, los Cotonetes se empacharon con un 13 a 0.
No me gustó para nada lo que vi. Me puse a hacer fríos cálculos de lo que se podía venir. Pero el fútbol es así y nada está dicho hasta que Meyer u otro árbitro hacen sonar el pitido final.
Revisé la actualización de la tabla de goleadores y no pude evitar reirme a carcajadas cuando vi la foto del impecable goleador Tiburón Fernando Campos.
Navegué un rato por la web y finalmente encontré algo majestuoso. El Spartak tenía su propio Blog. El polifuncional Diego Schreiber me sorprendió. Luego de leer una y otra vez toda la información me metí en un link que me llevó directo a la página oficial elaborada por Marcelo "Manos de Bruja" "Bana" García. Esto era sublime. Los Tiburones están dando que hablar. ¡Cuándo le cuente al Ronco!
Sin embargo algo me paralizó por unos instantes. No pude seguir viendo. Muy impresionado cerré todas las ventanas y sin pestañar pagué mi deuda a la encargada del cyber.
Corriendo volví a casa.
Sin hacer ruido me metí a la cama.
Esa imagen me persiguió durante horas. La foto de psicópata de Marcelo Rapetti me había aturdido completamente.
Esa noche no pude dormir.
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